Soporte
S.S. Benedicto XVI, Ãngelus, 11 de marzo de 2007. III Domingo de Cuaresma
Incrementar tamaño de fuente Disminuir tamaño de fuente
Compartir

Ãngelus, III Domingo de Cuaresma, 11 de marzo de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

La página del evangelio de san Lucas, que se proclama en este tercer domingo de Cuaresma, refiere el comentario de Jesús sobre dos hechos de crónica. El primero: la revuelta de algunos galileos, que Pilato reprimió de modo sangriento; el segundo, el desplome de una torre en Jerusalén, que causó dieciocho víctimas. Dos acontecimientos trágicos muy diversos: uno, causado por el hombre; el otro, accidental. Según la mentalidad del tiempo, la gente tendía a pensar que la desgracia se había abatido sobre las víctimas a causa de alguna culpa grave que habían cometido. Jesús, en cambio, dice: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos?... O aquellos dieciocho, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?" (Lc 13, 2. 4). En ambos casos, concluye: "No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13, 3. 5).

Por tanto, el mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la necesidad de la conversión. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en crisis las certezas humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se ha de atribuir la culpa a las víctimas. La verdadera sabiduría es, más bien, dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y asumir una actitud de responsabilidad: hacer penitencia y mejorar nuestra vida. Esta es sabiduría, esta es la respuesta más eficaz al mal, en cualquier nivel, interpersonal, social e internacional. Cristo invita a responder al mal, ante todo, con un serio examen de conciencia y con el compromiso de purificar la propia vida. De lo contrario —dice— pereceremos, pereceremos todos del mismo modo.

En efecto, las personas y las sociedades que viven sin cuestionarse jamás tienen como único destino final la ruina. En cambio, la conversión, aunque no libra de los problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso. Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente en el espiritual. En síntesis: la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias.

Pidamos a María santísima, que nos acompaña y nos sostiene en el itinerario cuaresmal, que ayude a todos los cristianos a redescubrir la grandeza, yo diría, la belleza de la conversión. Que nos ayude a comprender que hacer penitencia y corregir la propia conducta no es simple moralismo, sino el camino más eficaz para mejorarse a sí mismo y mejorar la sociedad. Lo expresa muy bien una feliz sentencia: Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad.

* * *

Después del Ãngelus

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular al grupo de jóvenes de la parroquia San Pablo, de Murcia. Pidamos a la Virgen María que acompañe con su intercesión nuestro esfuerzo de conversión, para que la participación en el misterio pascual de Cristo renueve espiritualmente nuestras vidas y produzca en nosotros abundantes frutos de santidad, amando a Dios y a los hermanos.

¡Feliz domingo!

Consultas

© Copyright 2013. BIBLIOTECA ELECTRÓNICA CRISTIANA -BEC- VE MULTIMEDIOSâ„¢. La versión electrónica de este documento ha sido realizada por VE MULTIMEDIOS - VIDA Y ESPIRITUALIDAD. Todos los derechos reservados. La -BEC- está protegida por las leyes de derechos de autor nacionales e internacionales que prescriben parámetros para su uso. Hecho el depósito legal.


Diseño web :: Hosting Católico