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1. «Pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y este crucificado» (1 Co 2, 2). Las palabras del apóstol san Pablo, que han resonado durante esta celebración ecuménica, tuvieron un eco singular en la actividad y en la experiencia mÃstica de santa BrÃgida de Suecia, de cuyo nacimiento conmemoramos el VII centenario. En las diversas etapas de su existencia, en las que fue primero esposa, madre y educadora, después viuda y por último iniciadora de un nuevo camino de vida consagrada, la santa se inspiró constantemente en el misterio de la pasión y muerte de Cristo. Sus ojos no se cansaron de contemplar el rostro del Crucificado.
La recordamos esta tarde, a la vez que damos gracias al Señor por una hija tan ilustre y tan santa de la noble tierra de Suecia, vinculada a la ciudad de Roma y testigo singular de las profundas raÃces cristianas de la civilización europea.
2. Me complace saludaros cordialmente a vosotros, queridos hermanos y hermanas que participáis en esta solemne liturgÃa de Visperas en honor de santa BrÃgida. Mi pensamiento va en particular a mis hermanos en el episcopado, al clero y a los religiosos y religiosas presentes.
Con espÃritu de fraternidad y amistad saludo a los distinguidos representantes de las Iglesias luteranas. Vuestra presencia en esta oración es motivo de profunda alegrÃa. Espero que nuestro encuentro en el nombre del Señor contribuya a fomentar nuestro diálogo ecuménico y acorte el camino hacia la plena unidad de los cristianos.
Deseo enviar un saludo especial a sus majestades el rey y la reina de Suecia, representados aquà por su hija, la princesa Victoria.
Saludo respetuosamente a las demás autoridades religiosas y civiles aquà presentes, asà como a los organizadores, a los oradores y a los participantes en el simposio sobre «El camino de la belleza para un mundo más justo y más digno», en conmemoración del VII centenario del nacimiento de Santa BrÃgida. Dirijo un saludo afectuoso a las queridas religiosas de la Orden del SantÃsimo Salvador de Santa BrÃgida, presentes con la abadesa general.
3. AquÃ, junto a las tumbas de los Apóstoles y en los lugares santificados por la sangre de los mártires, Santa BriÃgida pasó muchas horas en oración durante su estancia en Roma. Aquà sacó fuerza y firmeza para poder realizar ese extraordinario compromiso caritativo, misionero y social, que hizo de ella una de las personas más notables de su tiempo.
Contemplando al Señor crucificado y en Ãntima unión con su Pasión fue capaz, con determinación profética, de completar la misión que Cristo le habÃa confiado para el bien de la Iglesia y de la sociedad de aquella época.
La estatua de mármol colocada en el exterior de la basÃlica vaticana, junto a la entrada llamada comúnmente puerta de la Plegaria, expresa muy bien el fervor de su vida y de su espiritualidad. Santa BrÃgida esta representada en actitud de oración, con el libro de sus «Revelaciones» abierto, llevando un bastón y una alforja de peregrino, mientras contempla a Cristo crucificado.
4. Deseo poner de relieve otro aspecto de la personalidad de esta gran misionera de la fe, a la que quise proclamar copatrona de Europa: su anhelo activo y diligente de la unidad de los cristianos. En una época compleja y difÃcil de la historia eclesial y europea, esta discÃpula invicta del Señor no dejó de trabajar per la cohesión y el auténtico progreso de la unidad de los creyentes. Me complace repetir aquà cuanto he recordado recientemente a las religiosas BrÃgidas en un mensaje enviado precisamente con ocasión del VII centenario de su nacimiento. Santa BrÃgida -he escrito-, «como mujer de unidad, se nos presenta como testigo de ecumenismo. Su personalidad armoniosa inspira la vida de la Orden, cuyo origen se remonta a ella en la dirección de un ecumenismo espiritual y a la vez operativo» (Mensaje a la reverenda madre Tekla Famiglietti, abadesa general de la Orden del SantÃsimo Salvador, n. 6). Se trata de una herencia espiritual que conviene recoger y de un compromiso común que es preciso proseguir con gozosa generosidad. Pero, puesto que la unidad de la Iglesia es una gracia del EspÃritu, somos conscientes de que ante todo es necesario implorarla constantemente en la oración, y después construirla con tenacidad incansable, dando cada uno su contribución personal.
5. AmadÃsimos hermanos y hermanas, hoy se celebra la fiesta de san Francisco de AsÃs. De todos son conocidas la admiración y la devoción que esta terciaria franciscana sentÃa por el Poverello de AsÃs. Entre las numerosas peregrinaciones que realizó a los principales santuarios de su época, destaca la del verano de 1352 a AsÃs. Fue una visita que le dejó en la mente y en el corazón un recuerdo imborrable.
Que estos dos grandes santos, que tanta influencia han ejercido en la vida de la Iglesia y en la historia del continente europeo, nos ayuden a ser, como ellos, testigos valientes de Cristo y de su perenne mensaje de salvación. Interceda por nosotros MarÃa, de quien santa BrÃgida fue siempre muy devota, para que contribuyamos eficazmente a la instauración del reino de Cristo y a la construccion de la civifización del amor.
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