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Catedral de Seúl, 6 de mayo de 1984
Madre de todas las personas y de todos los pueblos: Tú conoces los dolores y esperanzas de cada uno. Como Madre que eres, conoces la lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, que está entablada en el mundo y en nuestros corazones.
Tú concebiste a Jesús, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, en quien el pueblo de Corea ha encontrado “el camino, la verdad y la vida†con estupenda alegrÃa, pero también a través de mucho sufrimiento.
¡Oh Madre de misericordia! Ahora confiamos a tu amante corazón todo el pueblo y la Iglesia en este paÃs.
Ãbranos de injusticias, divisiones, violencias y guerras. LÃbranos de la tentación y de la esclavitud del pecado y del mal.
¡Permanece con nosotros! Ayúdanos a vencer la duda con la fe, el egoÃsmo con el servicio, el orgullo con la humildad, el odio con el amor. Ayúdanos a vivir el Evangelio con la “locura†de la cruz, dando testimonio de Jesús, que murió en ella, para llegar a resucitar con tu Hijo en la vida verdadera con el Padre en la unidad del EspÃritu Santo.
¡Oh Madre de Cristo! Consuela y conforta a quienes sufren, a los pobres, abandonados, enfermos, no amados, maltratados y olvidados.
¡BendÃcenos! Ruega por nosotros junto con San José y únenos en el amor. Da paz a nuestra tierra dividida y luz de esperanza a todos. Muéstranos al fruto bendito de tu vientre, Jesús.
Amén.
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