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1 Bienaventurado el hombre, que no anduvo
en consejo de impÃos,
y en camino de pecadores no se paró,
y en cátedra de pestilencia no se sentó:
2 Sino que en la ley del Señor está su voluntad,
y en su ley medita dÃa y noche.
3 Y será como el árbol, que está plantado
a las corrientes de las aguas,
el cual dará su fruto en su tiempo:
Y su hoja no caerá:
y todo cuanto él hiciere, irá en prosperidad.
4 No asà los impÃos, no asÃ:
sino como el tamo, que arroja el viento de la faz de la tierra.
5 Por eso no se levantarán los impÃos en el juicio,
ni los pecadores en el concilio de los justos.
6 Porque conoce el Señor el camino de los justos;
y el camino de los impÃos perecerá.
Este Salmo se distingue de todo el resto de la obra, pues no tiene tÃtulo, sino que es más bien como el tÃtulo de toda la obra.
David compuso los Salmos a la manera del que reza, es decir, no conservando una sola manera, sino según los diversos sentimientos y movimientos del que reza.
Por lo tanto, este primer Salmo expresa el sentimiento de un hombre que eleva sus ojos a la situación entera del mundo, y considera cómo algunos avanzan y otros caen.
Cristo fue el primero de los bienaventurados, asà como Adán lo fue de los malvados. Pero se ha de notar que todos concuerdan en una cosa y difieren en dos. Concuerdan en que todos buscan la felicidad, pero difieren en la manera de dirigirse hacia ella, y al final de esto, en que algunos la alcanzan, y otros no.
Asà pues, se divide este Salmo en dos partes. En la primera se describe el camino de todos hacia la felicidad. En la segunda se describe el final, allà donde dice: Y será como el árbol, que está plantado a las corrientes etc.
Sobre lo primero hace dos cosas. En primer lugar, se refiere al camino de los malvados, y en segundo lugar al de los buenos, allà donde dice: Sino que en la ley del Señor está su voluntad etc..
Tres cosas se han de considerar en el camino de los malos. En primer lugar su deliberación acerca del pecado, y esto en su pensamiento. En segundo lugar, su consentimiento y ejecución. Y en tercer lugar el inducir a otros a algo semejante, y esto es lo peor.
Y por eso indica en primer lugar el consejo de los malvados, allà donde dice: Bienaventurado el hombre etc. Y dice: que no anduvo, pues cuando el hombre delibera, está andando.
En segundo lugar indica el consentimiento y la ejecución, diciendo: y en camino de pecadores, es decir, en la operación: "El camino de los impÃos es tenebroso, no saben adónde se tropiezan" (Prov 4). No se paró, es decir, consintiendo, y actuando.
Y dice de impÃos, porque la impiedad es un pecado contra Dios, y de pecadores, contra el prójimo, y en cátedra; y este tercero es inducir a otros a pecar. Asà pues, en cátedra como un maestro que enseña a otros a pecar; y por eso dice, de pestilencia, porque la pestilencia es una enfermedad infecciosa. "Hombres pestilentes devastan la ciudad" (Prov 29).
Asà pues, quien no camina asà no es feliz, sino todo al contrario. Pues la felicidad del hombre está en Dios: Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor etc. (Sal 143)
Por lo tanto el camino recto a la felicidad es en primer lugar que nos sometamos a Dios, y esto de dos maneras.
Primero mediante la voluntad, obedeciendo sus mandatos; y por eso dice: Sino que en la ley del Señor; y esto corresponde de modo especial a Cristo: "He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me ha enviado" (Jn 8). Y conviene también de modo semejante a toda persona justa. Dice en la ley, por medio del amor, no bajo la ley por temor: "La ley no ha sido puesta para el justo" (1Tim 1).
En segundo lugar mediante el entendimiento, meditando constantemente; y por eso dice: y en su ley medita dÃa y noche, es decir, continuamente, o bien a ciertas horas del dÃa y de la noche, o bien tanto en las circunstancias prósperas y en las adversas.
Y será como el árbol etc. En esta parte se describe el final de la felicidad: e indica en primer lugar su diversidad; en segundo lugar añade su razón, allà donde dice: Porque conoce el Señor etc.
Sobre lo primero hace dos cosas. En primer lugar indica el final de los buenos, y en segundo lugar el de los malos, allà donde dice No asà los impÃos etc.
Acerca del final de los buenos se vale de una comparación; primero la indica, y luego la adapta, allà donde dice: y todo cuanto él hiciere etc.
Asà pues, toma la comparación del árbol, del que se consideran tres cosas, a saber, el ser plantado, el dar fruto, y el conservarse.
Para ser plantado, es necesaria una tierra humedecida por las aguas, pues de otro modo se secarÃa; y por eso dice: que está plantado a las corrientes de las aguas, es decir, junto a las corrientes de las gracias: "el que cree en mÃ... de su seno correrán rÃos de agua viva" (Jn 7).
Y quien tenga sus raÃces junto a esta agua fructificará haciendo buenas obras; y esto es lo que sigue: el cual dará su fruto. "Pero el fruto del espÃritu es caridad, alegrÃa, paz, y paciencia, generosidad, bondad, fidelidad", etc. (Gál 5).
En su tiempo, es decir, sólo cuando es momento de obrar. "Mientras tenemos tiempo, obremos el bien a todos" (Gál 6).
Y no se seca. Por el contrario, se conserva. Ciertos árboles se conservan en su substancia, pero no en sus hojas, pero otros se conservan también en sus hojas: asà también los justos, por lo que dice: Y su hoja no caerá, es decir, no serán abandonados por Dios ni siquiera en las obras más pequeñas y exteriores. "Pero los justos germinarán como una hoja verde" (Prov 11).
Luego cuando dice, Y todo, adapta la comparación: pues los bienaventurados prosperarán en todo, cuando alcancen el fin deseado en todo lo que desean, pues los justos llegarán a la felicidad. Oh Señor, sálvame, oh Señor, dame la prosperidad etc (Sal 117).
Opuesto es el final de los malvados, que se describe allà donde dice No asà etc. Y sobre esto hace dos cosas. En primer lugar hace una comparación, y en segundo lugar la adapta, allà donde dice No se levantará. Pero nota que aquà repite no asà y no asà dos veces, para una mayor certeza. "Lo que viste por segunda vez, es juicio de firmeza" (Gén 41).
O bien, no asà obran en el camino, y por eso no asà reciben al final. "Recibiste bienes en tu vida, y Lázaro asimismo males: pero ahora éste es consolado, y tú atormentado" (Lc 16).
Ahora, son propiamente comparados con el polvo, porque poseen tres caracterÃsticas que son contrarias a lo que se ha dicho sobre el hombre justo. Primero que el polvo no se adhiere a la tierra, sino que está en la superficie; el árbol plantado, en cambio, ha echado raÃces. Asimismo, el árbol es compacto en sà mismo, y es además húmedo; pero el polvo es en sà mismo dividido, seco y árido, por lo que se dice que los buenos están unidos por la caridad como un árbol: Estableced un dÃa solamente con espesuras, hasta el cornijal del altar (Sal 117); pero los malos están divididos: "Entre los soberbios siempre hay contiendas" (Prov 13).
Asimismo, los buenos se adhieren radicalmente en las cosas espirituales y en los bienes divinos, mientras que los malos se sostienen en los bienes exteriores.
Asimismo, están sin el agua de la gracia: "Eres polvo etc." (Gén 3). Y por eso toda su malicia pasa.
"No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza" (Lc 21). Pero sobre estos malos se dice que serán arrojados completamente de la faz, esto es, de los bienes superficiales; el viento, es decir la tribulación, los arroja de la faz de la tierra.
"Vi que los que obran la iniquidad, y siembran dolores, y los siegan, han perecido ante el soplo de Dios, y han sido consumidos por el espÃritu de su ira" (Job 4).
Luego adapta la comparación, allà donde dice, no se levantarán, pues son como el polvo. Pero por el contrario, "es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo" (2Cor 5). Y asimismo, "Todos resucitaremos" (1Cor 15). Ante ello se puede decir que esto puede ser leÃdo de dos maneras. En efecto, se dice que un hombre resucita propiamente en el juicio, cuando su causa es vista favorable por la sentencia del juez. Asà pues, éstos no resucitarán, porque no habrá sentencia a su favor en el juicio, sino más bien en contra; por eso otra variante dice: no podrán ponerse de pie.
Pero los buenos sÃ, pues si bien han sido afligidos por el pecado del primer padre, tendrán una sentencia en su favor.
Ni los pecadores se congregarán en el concilio de los justos, pues los buenos se congregarán para la vida eterna, en la que no serán admitidos los malvados.
O bien dice que esto se entiende acerca de la reparación de la justicia, para la que harán reparación en su propio juicio. "Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no serÃamos juzgados" (1Cor 11).
Y sobre esto dice: no se levantarán en el juicio, es decir, propiamente, y sobre esto dice Ef 5: "Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo" (Ef 5).
Ahora bien, ciertos hombres son reparados por el consejo de los buenos, pero tampoco de este modo se levantan del pecado los malvados.
O los impÃos, es decir, los infieles, no se levantarán en el juicio de discusión y de examen, pues según Gregorio algunos serán condenados sin ser juzgados, como por ejemplo los infieles. Algunos no serán juzgados ni serán condenados, es decir, los Apóstoles, y los hombres perfectos. Algunos serán juzgados y serán condenados, es decir, los fieles malos.
Asà pues los fieles no se levantarán para ser examinados en el juicio de discusión. "Quien no cree, ya está juzgado" (Jn 3). Pero los pecadores no se levantarán en el juicio de los juicios, es decir, para ser juzgados y no condenados.
Luego se da la razón por la que éstos no se levantarán en el juicio: Porque conoce etc. Y habla con propiedad: pues cuando alguien sabe que algo está echado a perder, lo repara; pero cuando no lo sabe, no lo repara. Los justos se pierden con la muerte, pero sin embargo Dios los sigue conociendo. "Dios conoce al que le pertenece" (2Tim 2). Los conoce con un conocimiento de aprobación, y por eso son reparados. Pero puesto que no conoce el camino de los impÃos con un conocimiento de aprobación, el camino de los impÃos perecerá. Anduve errando como una oveja que perece: busca a tu siervo, pues no he olvidado tus mandamientos (Sal 118). Sea su camino tinieblas y resbaladero (Sal 34).
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