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- Las opciones evang茅licas de la vida religiosa encuentran est铆mulos de renovaci贸n en los "signos de los tiempos". Los graves fen贸menos que caracterizan la 茅poca moderna constituyen un motivo de confrontaci贸n para la misi贸n de la Iglesia en el mundo contempor谩neo, determinando lugares preferenciales de evangelizaci贸n y de promoci贸n humana.
- La doctrina de la Iglesia, en efecto, pone de relieve siempre con mayor evidencia los lazos profundos existentes entre las exigencias evang茅licas de su misi贸n y el empe帽o generalizado de los pueblos en favor de la promoci贸n de la persona y de una sociedad digna del hombre.
"Evangelizar", para la Iglesia, es llevar la Buena Nueva a todos los estratos de la humanidad y, gracias a su influjo, transformar desde dentro a la humanidad misma: criterios de juicio, valores determinantes, modos de vida, abri茅ndolos a una visi贸n integral del hombre1.
El cumplimiento de esta misi贸n requiere de la Iglesia que escrute los signos de los tiempos y los interprete a la luz del Evangelio, respondiendo as铆 a los perennes interrogantes que se plantea el hombre2.
- De esta dimensi贸n prof茅tica los religiosos est谩n llamados a dar un testimonio especial. La continua conversi贸n del coraz贸n y la libertad espiritual, que los Consejos del Se帽or estimulan y favorecen, les ayudan a recordar a sus contempor谩neos que la edificaci贸n de a ciudad terrestre no puede hacerse sin fundamentarse en el Se帽or y dirigirse a El3.
Y puesto que la pr谩ctica de los Consejos une a los religiosos con la Iglesia de modo especial4, a ellos se dirige con m谩s viva insistencia y mayor confianza, la exhortaci贸n a una renovaci贸n sabia, abierta a las necesidades de los hombres, a sus problemas y sus anhelos5.
- M谩s all谩 de los dramas sociales y pol铆ticos, en efecto, la Iglesia es consciente de tener como mandato supremo el dar una respuesta definitiva a los interrogantes profundos del coraz贸n humano6
Por eso los documentos m谩s recientes del Magisterio, queriendo promover una integraci贸n adecuada entre evangelizaci贸n y promoci贸n humana, declaran cu谩n fecunda es para la misi贸n de la Iglesia la relaci贸n entre evangelizaci贸n y vida religiosa7 y cu谩nto ha contribuido en todo tiempo la obra de los religiosos a la elevaci贸n humana y espiritual de los pueblos8.
- Sin embargo, una revisi贸n profunda de la mentalidad y de las actitudes9 se impone cuando se trata de encauzar el compromiso de evangelizaci贸n hacia los problemas concretos y, a menudo agobiantes, de la promoci贸n humana.
Este camino de "conversi贸n" que involucra personas y decisiones preferenciales en las iniciativas apost贸licas y en las obras, no pod铆a dejar de reservar momentos de incertidumbre y dificultad.
Por lo dem谩s, el mismo repensamiento doctrinal que, en diversas partes del mundo, ha acompa帽ado el loable esfuerzo de participaci贸n en las realidades complejas de la historia, ha puesto de manifiesto, junto con intuiciones positivas y estimulantes, otras visiones simplicistas y ambiguas.
Las reflexiones del S铆nodo sobre la evangelizaci贸n en el mundo contempor谩neo (1974) y, posteriormente, la exhortaci贸n apost贸lica Evangelii nuntiandi constituyeron una aportaci贸n valiosa de aclaraci贸n y orientaci贸n.
- Problemas y dificultades particulares encontraron las iniciativas de religiosas y religiosos cuando intentaron traducirse en formas m谩s acentuadas de intervenci贸n en 谩reas en donde inciden con mayor fuerza la injusticia y la opresi贸n. La diversidad de valoraciones dentro de las comunidades eclesiales y de los mismos Institutos hicieron todav铆a m谩s ardua la b煤squeda de soluciones.
Adem谩s, el cambio de los contextos sociales y pol铆ticos iba creando situaciones nuevas, a menudo inesperadas. Las expresiones habituales de la vida religiosa en su estilo de presencia y sus opciones apost贸licas eran sometidas a confrontaciones dif铆ciles. La exigencia de una solidaridad m谩s plena con los hombres de su tiempo, sobre todo, con los m谩s pobres y los marginados, atra铆a a los religiosos hacia una participaci贸n m谩s directa que, en ocasiones, alcanzaba al mundo del trabajo y a las mismas esferas pol铆ticas.
- La importancia y la urgencia de una participaci贸n adecuada de los religiosos en la promoci贸n integral del hombre incit贸, por lo tanto, a la SCRIS a dedicar una especial atenci贸n al papel espec铆fico que desempe帽a la vida religiosa, bajo este punto de vista, en la misi贸n de la Iglesia.
Se pens贸 alentar as铆 la b煤squeda generosa de renovaci贸n y ofrecer, partiendo de las situaciones y experiencias concretas, criterios de discernimiento inspirados en el Magisterio de la Iglesia, en la naturaleza y misi贸n de la vida religiosa, en los objetivos de una evangelizaci贸n en conexi贸n 铆ntima con la promoci贸n humana dentro de la realidad hist贸rica de hoy.
- La Congregaci贸n Plenaria del 25-28 de abril de 1978 dedic贸, pues, su estudio a una serie de problemas que destacaban en la extensa encuesta internacional, en cuya realizaci贸n hab铆an colaborado las Conferencias Episcopales, los Representantes Pontificios, numerosos Institutos masculinos y femeninos y las Conferencias de Superiores y Superioras Mayores.
- Cuatro problemas, sobre todo, se presentaban a la reflexi贸n de la Plenaria:
- La opci贸n por los pobres y la justicia, hoy.
- Las actividades y obras sociales de los religiosos.
- La inserci贸n en el mundo del trabajo.
- La participaci贸n directa en la praxis pol铆tica
- Las orientaciones aqu铆 presentadas, fruto de estos trabajos, pretenden contribuir especialmente a la tarea de informaci贸n y coordinaci贸n que compete a los organismos responsables de la vida religiosa en la Iglesia. Son ellos, en efecto, quienes deben evaluar los criterios y las opciones que - teniendo en cuenta los principios y orientaciones aqu铆 rese帽adas - respondan a la diversidad y complejidad de las situaciones; de tal suerte que, en las diversas naciones, las Conferencias Episcopales y las Conferencias de Religiosos puedan aquilatar, del modo que les parezca m谩s adecuado, el papel espec铆fico de la vida religiosa en el empe帽o com煤n de evangelizaci贸n y de promoci贸n humana.
- El magisterio pastoral de Juan Pablo II, que ha venido entretanto a iluminar y caracterizar, con nuevos elementos de reflexi贸n y de est铆mulo, la presencia y la participaci贸n de la Iglesia en la Historia del hombre de hoy, pone de relieve esta orientaci贸n simult谩nea hacia los problemas del hombre y hacia el encuentro insustituible con Cristo y su Evangelio.
Nos sentimos alentados, pues, a precisar la ruta de una evangelizaci贸n y una promoci贸n humana que, por nuevo y especial titulo de consagraci贸n a Dios y a sus designios en la historia del hombre, compete a los religiosos en la Iglesia.
1. La tendencia hacia una participaci贸n creciente y activa en el contexto de las situaciones hist贸ricas actuales, dentro del cual se desarrolla la misi贸n de la Iglesia, aparece como una constante del proceso de renovaci贸n que han llevado a cabo los religiosos
- bien sea en lugares donde son llamados a proseguir una misi贸n "social" que es, a la par, profundamente religiosa, por medio de las obras del Instituto o de la Iglesia local,
- bien en lugares donde las circunstancias exigen iniciativas nuevas que les aproximan a煤n m谩s a la vida y a los problemas de las gentes.
Pero, sea cual sea la situaci贸n, se demuestra necesaria una reflexi贸n atenta con el objeto de individualizar criterios y opciones comunes. Por este motivo, partiendo de los cuatro problemas principales que hemos enumerado, desear铆amos deducir una serie de indicaciones que puedan servir como elementos de evaluaci贸n y orientaci贸n.
Ser谩 despu茅s m谩s f谩cil poner en evidencia los principios generales de discernimiento.
2. La misi贸n prof茅tica de Cristo "enviado para anunciar a los pobres la Buena Nueva"10 encuentra una viva resonancia en la Iglesia de nuestro tiempo.
Lo atestiguan las numerosas intervenciones pontificias y los pasajes precisos y luminosos de la constituci贸n pastoral Gaudium et Spes que piden relaciones de m谩s intensa solidaridad entre la Iglesia y la historia de los pueblos. El S铆nodo de los Obispos de 1971, en el documento Justicia en el mundo, ha se帽alado la urgencia de una toma de conciencia de esta dimensi贸n de la misi贸n evangelizadora de la Iglesia.
La exhortaci贸n apost贸lica Evangelii nuntiandi ha recalcado esta llamada convocando a todos los miembros del Pueblo de Dios a asumir sus propias responsabilidades frente a la vida y la historia de los "pueblos empe帽ados con todas sus energ铆as en el esfuerzo y la lucha por superar todo aquello que les condena a permanecer al margen de la vida"11.
3. As铆 pues, los temas de la "liberaci贸n evang茅lica" fundamentada en el Reino de Dios12 deben llegar a ser particularmente familiares para los religiosos.
De hecho, el testimonio de las religiosas y religiosos que han luchado valientemente en apoyo de los humildes y en defensa de los derechos humanos, han sido un eco eficaz del Evangelio y de la voz de la Iglesia.
Sin embargo, como ya hemos observado, no siempre las interpretaciones y realizaciones llevadas a cabo, tanto en las Iglesias locales como en las comunidades religiosas o en la misma sociedad civil, han reflejado una id茅ntica sensibilidad y preocupaci贸n.
4. Por eso, ha parecido necesario buscar algunos principios gu铆a, con objeto de que la opci贸n preferencial por los pobres y el compromiso por la justicia respondan a la finalidad y al estilo propios de la misi贸n de la Iglesia y, en ella, de la vida religiosa.
a. Los religiosos se encuentran frecuentemente en condiciones de vivir m谩s de cerca los dramas que atormentan a las poblaciones a cuyo servicio evang茅lico se han consagrado. El car谩cter prof茅tico de la vida religiosa les impele a "encarnar la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las Bienaventuranzas"13. Ellos se encuentran frecuentemente en las avanzadas de la misi贸n y asumen los mayores riesgos para su salud y su propia vida14.
b. Este deseo sincero de servir al Evangelio y a la promoci贸n integral del hombre exige que pongan en el centro de todas sus preocupaciones la comuni贸n, que se ha de construir con paciencia y perseverancia, buscando la verdad en la caridad.
c. Las Conferencias de Religiosos, respetuosas de los carismas de los diversos Institutos, pueden desempe帽ar a este respecto una valiosa funci贸n de est铆mulo y equilibrio en estrecha relaci贸n con las Conferencias Episcopales15 y particularmente con las Comisiones Iustitia et Pax yCor Unum. De este modo se favorecer谩 la superaci贸n de posiciones ambiguas, bien sea de una pretendida y falaz neutralidad, o bien de sectarismos un铆vocos y totalizantes. Adem谩s, las diversas condiciones de cultura y sensibilidad, junto con los diversos contextos sociales y pol铆ticos, encontrar谩n de este modo el ambiente apropiado para una escucha rec铆proca y una concertaci贸n comunitaria que den garant铆a y eficacia segura.
d. Esta presencia en defensa y promoci贸n de la justicia, particularmente atenta y activa, deber铆a hacerse patente especialmente en aquellos sectores de las injusticias sin voz, en favor de las cuales clamaba el S铆nodo de 197116.
En efecto, mientras algunas categor铆as sociales saben dotarse de estructuras vigorosas de protesta y apoyo, asistimos en cambio a un sinn煤mero de sufrimientos y de injusticias que encuentran escasa resonancia en el coraz贸n de muchos de nuestros contempor谩neos: el drama de los pr贸fugos, de los perseguidos a causa de sus ideas pol铆ticas o de la profesi贸n de su fe17, la violaci贸n del derecho a la vida, las limitaciones injustificadas de las libertades humanas y religiosas, las carencias sociales que agudizan los sufrimientos de los ancianos y los marginados...
La Iglesia quiere ser, sobre todo para ellos, voz, conciencia y compromiso18.
e. Pero el testimonio de los religiosos en pro de la justicia en el mundo comporta, sobre todo para ellos mismos, una revisi贸n constante de las propias opciones de vida, del uso de los bienes, del estilo de sus relaciones. Porque quien tiene la valent铆a de hablar de justicia a los hombres debe en primer lugar ser justo ante ellos19.
Y aqu铆 se pone de manifiesto la relaci贸n estimulante entre evangelizaci贸n y promoci贸n humana, que deriva de aquel "testimonio silencioso" que Evangelii nuntiandi 69 nos presenta como la interpelaci贸n primera y mas eficaz al mundo y a la Iglesia misma.
En esta perspectiva, posee una fuerza particular de signo y de fecundidad apost贸lica el "papel desempe帽ado por los religiosos y religiosas consagrados a la oraci贸n, al silencio, a la penitencia, al sacrificio"20.
En efecto, la dimensi贸n contemplativa propia de toda forma de vida religiosa, adquiere en ellos acentos particularmente significativos, demostrando que la vida religiosa, en todas sus modalidades, no solo no convierte al religioso en un extra帽o para los hombres o in煤til para la ciudad terrestre, sino que, al contrario, le hace capaz de acogerlo todo m谩s profundamente en la caridad misma de Cristo21.
5. Las pluriformes actividades y obras que, en la variedad de los carismas, caracterizan la misi贸n de los religiosos, constituyen uno de los medios m谩s importantes para realizar la misi贸n de evangelizaci贸n y promoci贸n humana que la Iglesia desempe帽a en el mundo22.
De ah铆 la importancia que reviste la renovaci贸n de los religiosos para la renovaci贸n misma de la Iglesia y del mundo23.
Por esa raz贸n, Evangelii nuntiandi 31 exhorta a tener en cuenta los lazos profundos que unen la evangelizaci贸n y la promoci贸n humana. Olvidarlos significar铆a ignorar "la doctrina del Evangelio acerca del amor al pr贸jimo que sufre y padece necesidad".
6. Abiertos a los signos de los tiempos, los religiosos sabr谩n buscar y promover una nueva modalidad de presencia, que responda a la creatividad de sus Fundadores as铆 como a la finalidad original del propio Instituto24.
En esta perspectiva, destacan algunas l铆neas de renovaci贸n:
a. las actividades y "obras sociales" que han acompa帽ado siempre la misi贸n de los religiosos, dan testimonio de su empe帽o constante por la promoci贸n integral del hombre. Escuelas, hospitales, centros asistenciales, iniciativas orientadas al servicio de los pobres, al progreso cultural y espiritual de los pueblos, no solamente conservan su actualidad, sino que, debidamente acomodados, se revelan a menudo como elementos privilegiados de evangelizaci贸n, de testimonio, de aut茅ntica promoci贸n humana.
En el servicio evang茅lico de las obras de promoci贸n humana y social, numerosas y siempre urgentes, los religiosos convierten en "signo" convincente el don de una vida totalmente disponible para Dios, la Iglesia y sus hermanos25.
b. El Esp铆ritu, que suscita formas e instituciones siempre nuevas de vida consagrada, en respuesta a las exigencias de los tiempos, anima tambi茅n las ya existentes con una renovada capacidad de inserci贸n, correspondiente a los cambios eclesiales y sociales.
c. En la Iglesia, abierta a los ministerios, en un continuo y ordenado crecimiento comunitario26, los religiosos pueden descubrir nuevas formas de participaci贸n activa que comprometan cada vez m谩s a la comunidad cristiana en sus iniciativas y sus obras.
Tendr谩n as铆 la oportunidad de hacer valer su carisma espec铆fico en cuanto capacidad singular de promover aquellos ministerios que corresponden con los fines apost贸licos y sociales de su propio Instituto.
d. La participaci贸n de los laicos en las actividades y las obras de los religiosos se abre a nuevos horizontes gracias al desarrollo de la dimensi贸n eclesial de corresponsabilidad en una misi贸n com煤n. Con una preparaci贸n adecuada, esta participaci贸n podr铆a efectuarse incluso en la gesti贸n misma de las obras confiadas hasta ahora 煤nicamente a los religiosos27.
e. Por otra parte, los contextos sociales actuales exigen nuevas formas de solidaridad y de participaci贸n. Un proceso de transformaci贸n civil tiende, en muchos sitios, a desarrollar la responsabilidad de todos los componentes sociales a trav茅s de estructuras y organismos de participaci贸n. De este modo, todos los ciudadanos vienen impelidos a tomar parte activa en la soluci贸n de los problemas concretos que lleva consigo la construcci贸n de la convivencia social.
Junto a la contribuci贸n m谩s directa de los laicos, el testimonio y la experiencia de los religiosos pueden, en este campo, contribuir positivamente a orientar hacia soluciones que respondan a los criterios del Evangelio y a las directrices pastorales de la Iglesia28.
7. La atenci贸n pastoral de la Iglesia hacia el mundo del trabajo se ha manifestado en numerosas intervenciones que la Enc铆clica Mater et Magistra repropone desde una perspectiva abierta a las nuevas realidades econ贸micas y sociales.
Frente a un sector tan amplio de la humanidad, que interpela vivamente la misi贸n de toda la comunidad cristiana, los religiosos sienten una exigencia m谩s profunda de solidaridad y participaci贸n. Ya su misma opci贸n por la pobreza evang茅lica les impele de modo especial a acoger los valores aut茅nticos de la ley com煤n del trabajo29.
8. En cuanto a los sacerdotes, el Magisterio de los Pastores ha descrito con precisi贸n las motivaciones, perspectivas y condiciones que han de guiar las opciones m谩s comprometidas de presencia en el mundo del trabajo30.
Es evidente que cuando se trata de religiosos sacerdotes, valen igualmente para ellos estas directrices. Pero, a causa de la naturaleza espec铆fica de la vida religiosa y del v铆nculo especial que la une con la misi贸n de la Iglesia31, se aplican tambi茅n an谩logamente a todos los dem谩s religiosos y religiosas.
Las caracter铆sticas propias de la vocaci贸n y de la misi贸n de los religiosos sugieren adem谩s algunos criterios capaces de motivar y guiar su presencia eventual en el mundo del trabajo:
a. la fidelidad din谩mica a las finalidades para las cuales el Esp铆ritu ha suscitado su Instituto en la Iglesia32,
b. la b煤squeda de un testimonio de los valores evang茅licos que restituyan al trabajo su dignidad y atestiguen su verdadera finalidad33,
c. el empe帽o en consolidar las dimensiones "religiosas"que califican su profesi贸n y demuestran la fuerza de atracci贸n del Reino de Dios acogido por ellos en toda su radicalidad34,
d. un compartimiento fraterno que la experiencia comunitaria cotidiana de la vida religiosa sostiene y desarrolla, poniendo de manifiesto la novedad del Amor de Cristo en la construcci贸n de la solidaridad entre los hombres35.
9. Hay a煤n otros dos modos de participaci贸n que requieren criterios espec铆ficos de elecci贸n y de comportamiento. En efecto, dos formas concretas de inserci贸n en el mundo del trabajo se presentan con caracter铆sticas que merecen una detenida reflexi贸n:
I. La integraci贸n en una profesi贸n civil ejercida en las mismas condiciones sociales y econ贸micas que los dem谩s ciudadanos (en colegios, hospitales...).
En varios pa铆ses son los cambios de las condiciones pol铆ticas los que lo imponen, como en el caso de nacionalizaci贸n y, en consecuencia, de gesti贸n estatal de las obras.
A veces son las reformas legislativas o las necesidades internas de los Institutos religiosos las que inducen a una presencia equiparada a la de los laicos para poder proseguir las propias actividades apost贸licas.
Asimismo, la b煤squeda de modalidades nuevas de presencia han sugerido experiencias de inserci贸n en las estructuras sociales comunes.
En cualquiera de los casos, el respeto de los fines generales de la vida religiosa y de aquellos del propio Instituto exige que estas nuevas situaciones se confronten con las exigencias comunitarias y con las obligaciones de la obediencia y pobreza religiosa.
En efecto, una profesi贸n civil coloca al religioso en un plano m谩s directamente individual y lo hace depender en mayor grado de organismos y estructuras ajenos a su Instituto, creando adem谩s una relaci贸n nueva entre trabajo y salario. Son 茅stos algunos de los aspectos que los responsables de los Institutos han de tener presentes a la hora de evaluar dichas opciones, las cuales efectivamente requieren una capacidad de discernimiento que salvaguarde y valorice la finalidad religiosa por la cual se asumen.
II. La inserci贸n en la "condici贸n obrera" lleva consigo, junto con los valores que pretende realizar, una serie de problemas caracter铆sticos.
Los religiosos obreros, en efecto, penetran en un mundo que tiene sus leyes, sus tensiones y, sobre todo en la sociedad de hoy, sus fuertes condicionamientos debidos a ideolog铆as predominantes y luchas sindicales frecuentemente atormentadas y ambiguas.
Puede ocurrir, por eso, que al compartir la condici贸n obrera para testimoniar la solicitud pastoral de la Iglesia36, el religioso se halle envuelto en una visi贸n del hombre, de la sociedad, de la historia, del mismo mundo del trabajo, que no corresponde a los criterios de juicio y a las directrices de acci贸n contenidas en la doctrina social del Magisterio. De ah铆 que una misi贸n semejante requiera garant铆as serias y una atenci贸n especial37.
10. La participaci贸n en las actividades sindicales requiere, a煤n mas, un conocimiento claro de las perspectivas pastorales, como tambi茅n de los l铆mites y riesgos de instrumentalizaci贸n que podr铆a acarrear para la vida y la actividad de los religiosos.
Convendr谩, por lo mismo, hacer algunas precisaciones que sirvan de gu铆a a este respecto:
a. En principio no parece que exista una intr铆nseca incompatibilidad entre vida religiosa y compromiso social, incluso a nivel sindical. A veces la participaci贸n en las actividades sindicales, seg煤n el tipo de legislaci贸n vigente, puede estar necesariamente unida con la presencia en el mundo del trabajo. Por otra parte, esta participaci贸n puede ser sugerida por la solidaridad, en apoyo leg铆timo de justos derechos38.
b. Las interferencias pol铆ticas, sin embargo, plantean con frecuencia problemas nada f谩ciles. Ser谩 necesario evaluar estas situaciones seg煤n criterios apropiados a la "praxis pol铆tica" (cfr. art sig.). En tal caso, se deber谩 prestar particular atenci贸n a las ideolog铆as promotoras de la "lucha de clases". La doctrina de Octogesima adveniens (26-36) se revelar谩, en semejante eventualidad, m谩s necesaria que nunca
c. De las experiencias realizadas hasta el presente es posible recavar algunos principios de comportamiento que orienten la finalidad y estilo de tales opciones. En el interior de un elemento de tanta influencia sobre la vida social como el mundo obrero, los religiosos son portadores de valores humanos y cristianos que les obligan a rechazar ciertos medios de acci贸n sindical y ciertas maniobras pol铆ticas que nada tienen que ver con las exigencias precisas de la justicia, por raz贸n de las cuales 煤nicamente se han comprometido.
Igualmente, en su propia comunidad estas religiosas y religiosos deber谩n promover los valores de comuni贸n, evitando polarizaciones inaceptables. Una tal actitud podr谩 contribuir a orientar las comunidades hacia opciones equilibradas y cre铆bles.
d. La conciencia de que compete a los laicos por su propia vocaci贸n y misi贸n, empe帽arse en la promoci贸n de los valores de solidaridad y de justicia dentro de las estructuras temporales39, debe considerarse como otro criterio esencial para orientar la presencia de los religiosos.
Su papel de complementariedad, especialmente en este campo, se expresar谩 sobre todo con el testimonio y con la contribuci贸n a una preparaci贸n del laicado siempre m谩s adecuada.
11. Los religiosos han demostrado, en general, ser conscientes de que su participaci贸n en la promoci贸n humana es un servicio al Evangelio y al hombre, no una opci贸n preferencial de ideolog铆as o de partidos pol铆ticos.
Ellos ven, m谩s bien, en implicaciones de este g茅nero, el riesgo de p茅rdida de la identidad propia de la vida religiosa y de la misi贸n de la Iglesia40, junto a una tendencia peligrosa a absolutizar ideas y m茅todos, pudiendo ser objeto de f谩ciles e interesadas instrumentalizaciones.
12. Parece, pues, necesario enumerar algunos principios directivos, conformes con el Magisterio, que iluminen una materia de por s铆 candente y, a veces, causa de desviaciones:
a. La "pol铆tica" puede ser entendida en un sentido amplio y gen茅rico como organizaci贸n din谩mica de toda la vida social.
Desde este punto de vista, constituye para todos los ciudadanos un deber de participaci贸n humana, responsable y activa. En esta perspectiva, el papel de los religiosos en las actividades y obras, reviste un significado profundo de est铆mulo y de compromiso en pro de aquellas transformaciones culturales y sociales que contribuyen a la promoci贸n humana.
b. Pero si "pol铆tica" quiere significar participaci贸n directa en las opciones de partido (lo que se llama "praxis pol铆tica") entonces es preciso recurrir a las razones de fondo que han motivado la vocaci贸n y la misi贸n de los religiosos en la Iglesia y en la sociedad para determinar los justos criterios de un compromiso eventual:
l - Aun reconociendo la valiosa contribuci贸n que deriva de la fuerza de su testimonio evang茅lico y de la variedad de sus iniciativas apost贸licas, los religiosos no deben dejarse arrastrar por la ilusi贸n de poder influir mayormente en el desarrollo de las personas y de los pueblos, sustituyendo sus deberes espec铆ficos con un "compromiso pol铆tico" en el sentido estricto de la palabra41,
2 - Edificar el Reino de Dios dentro de las estructuras mismas del mundo, en cuanto animaci贸n evang茅lica de la historia del hombre, constituye ciertamente un tema de vivo inter茅s para toda la comunidad cristiana y, por lo tanto, tambi茅n para los religiosos. Pero no en el sentido que se dejen involucrar en la "praxis pol铆tica". En cambio, a trav茅s de las instituciones docentes, los medios de comunicaci贸n, las m煤ltiples iniciativas religiosas y educativas, pueden contribuir activamente, sobre todo, a la preparaci贸n de los j贸venes haci茅ndoles art铆fices de promoci贸n humana y social, cuyo reflejo no dejar谩 de hacerse sentir incluso en el sector pol铆tico. Y esto no por una estrategia de conquista, sino para realizar aquel servicio al hombre y a la sociedad que es la misi贸n confiada por Cristo a toda la comunidad eclesial.
3 - Precisamente bajo este punto de vista, han de favorecerse las iniciativas tomadas por las religiosas para cooperar a la promoci贸n de la mujer, con el fin de fomentar en los sectores de la vida p煤blica y de la Iglesia misma, aquella inserci贸n de la mujer que corresponde a la naturaleza y cualidades que le son propias42,
4 - De esta forma, mediante el testimonio y las obras, los religiosos y religiosas se convierten en "expertos del Evangelio" cre铆bles, haci茅ndose 煤tiles, como tales, para el saneamiento y la edificaci贸n de la sociedad, incluso cuando mantienen sus distancias frente a opciones pol铆ticas espec铆ficas, para presentarse no como hombres y mujeres de partido, sino como instrumentos de pacificaci贸n y solidaridad fraternal.
En efecto, por la primac铆a del Amor de Dios, que su elecci贸n pone fuertemente de relieve43, los religiosos se presentan como hombres del Absoluto dentro del dinamismo de la Iglesia sedienta del Absoluto de Dios44. Por esta opci贸n fundamental, que promueve y condiciona todas las dem谩s, son llamados a convertirse en signo y est铆mulo en medio del Pueblo de Dios.
5 - Sin embargo, una participaci贸n pol铆tica activa sigue siendo una excepci贸n y una cuesti贸n de suplencia, que debe ser evaluada seg煤n criterios particulares. Cuando lo requieran circunstancias extraordinarias, se podr谩n examinar los casos particulares de modo que, de acuerdo con los responsables de la Iglesia local y de los Institutos religiosos, se tomen las decisiones m谩s beneficiosas para la comunidad eclesial y civil. Pero la prioridad de la misi贸n espec铆fica de la Iglesia y de la vida religiosa debe ser tenida siempre presente y mantenida seg煤n su modalidad caracter铆stica45.
13. Cuatro grandes fidelidades motivan preferentemente y gu铆an el papel de los religiosos en la promoci贸n humana, siguiendo los principios conciliares de renovaci贸n46 y habida cuenta de los problemas examinados anteriormente:
- fidelidad al hombre y a nuestro tiempo;
- fidelidad a Cristo y al Evangelio;
- fidelidad a la Iglesia y a su misi贸n en el mundo;
- fidelidad a la vida religiosa y al carisma propio del Instituto.
14. Las transformaciones culturales, sociales y pol铆ticas, que involucran, no sin dificultad, pueblos y continentes, inducen a la Iglesia a una presencia evang茅lica que se convierta en respuesta a las esperanzas y aspiraciones m谩s difusas de la humanidad47.
Esta viva preocupaci贸n pastoral, agudizada por las reflexiones y perspectivas del Vaticano II, reaflora en los s铆nodos de los Obispos y en las exhortaciones apost贸licas, que incitan con claridad e insistencia a la comunidad eclesial a tomar decisiones valientes de renovaci贸n, con el fin de acercar al hombre contempor谩neo a la fuente de toda aut茅ntica promoci贸n humana y social: el Evangelio48.
15. La historia del mundo de hoy, que se encarna en la historia concreta de cada hombre, se convierte en libro abierto a la meditaci贸n apasionada de la Iglesia y de todos los cristianos49. Esta meditaci贸n se convierte efectivamente en un reto dirigido a todas las vocaciones en la Iglesia, provoc谩ndolas a una exigente revisi贸n de vida y de compromiso.
Los religiosos, por la radicalidad de sus opciones evang茅licas, se sienten m谩s profundamente interpelados. Comprenden que, en la medida de su propia "conversi贸n" al proyecto original de Dios sobre el hombre, como se revela en el "Hombre nuevo, Jes煤s"50, contribuir谩n a acelerar tambi茅n en los dem谩s aquella conversi贸n de mentalidad y actitudes que confiere autenticidad y estabilidad a la reforma de las estructuras econ贸micas, sociales y pol铆ticas, al servicio de una convivencia m谩s justa y pac铆fica51.
16. Con esta finalidad, en tensi贸n hacia la renovaci贸n de su testimonio y de su misi贸n, todos los Institutos religiosos son invitados a proporcionar a sus miembros "un conocimiento apropiado, tanto de las condiciones de los tiempos y de los hombres, como de las necesidades de la Iglesia, de modo que, juzgando sabiamente a la luz de la fe las realidades concretas de este mundo y ardiendo en celo apost贸lico, sean capaces de ayudar m谩s eficazmente a los dem谩s52.
17. Los Evangelios dan testimonio a Cristo de la fidelidad con que cumpli贸 la misi贸n para la cual el Esp铆ritu le hab铆a consagrado53. Misi贸n de evangelizaci贸n y redenci贸n humana que le llev贸 a vivir con su pueblo, compartiendo sus vicisitudes que El esclarec铆a y orientaba, predicando y testimoniando el Evangelio de conversi贸n al "Reino de Dios"54.
Su propuesta desconcertante de las "Bienaventuranzas" introdujo un cambio radical de perspectiva en la evaluaci贸n de las realidades temporales y en las relaciones humanas y sociales, que El quiso centrar en una justicia santidad animada por la nueva ley del amor55.
Sus opciones de vida signan y califican de modo especial a los religiosos, que hacen suya "la forma de vivir que abraz贸 el Hijo de Dios cuando vino al mundo"56.
18. Fieles a esta "regla suprema"57, los religiosos saben que est谩n comprometidos en un camino cotidiano de conversi贸n al Reino de Dios que les convierte en el seno de la Iglesia y a la faz del mundo, en signo de atracci贸n, incitando a revisiones profundas de vida y de valores58.
Es este, sin duda, el empe帽o m谩s trascendente y fecundo al cual son llamados59, incluso en aquellos campos en que la comunidad cristiana act煤a en pro de la promoci贸n humana y del desarrollo de las relaciones sociales inspiradas en principios de solidaridad y de comuni贸n fraternal.
De esta forma, contribuyen a "salvaguardar la originalidad de la liberaci贸n cristiana y las energ铆as que 茅sta es capaz de desarrollar. Liberaci贸n en su sentido integral, profundo, como lo anunci贸 y realiz贸 Jes煤s"60.
19. La fuerza de transformaci贸n que encierra el esp铆ritu de: las Bienaventuranzas, penetrando din谩micamente la vida de los religiosos, caracteriza su vocaci贸n y su misi贸n61.
Ellos consideran como primera bienaventuranza y "liberaci贸n" el encuentro con Cristo, pobre entre los pobres, atestiguando que creen realmente en la presencia del Reino de Dios por encima de las cosas terrestres y en las exigencias supremas del mismo62.
Dilatando as铆 el sentido cristiano y profundamente humano de las realidades y de la historia, que brota del programa de las bienaventuranzas convertidas en criterio cotidiano de vida, los religiosos demuestran cu谩n estrecha es la relaci贸n entre Evangelio y promoci贸n del hombre en la convivencia social.
Por esto la Iglesia puede ofrecer el testimonio evang茅lico de los religiosos como un modo espl茅ndido y singular de demostrar que el camino de las bienaventuranzas es el 煤nico capaz de transfigurar el mundo y ofrecerlo a Dios"63.
20. La vocaci贸n com煤n de los cristianos a la uni贸n con Dios y entre los hombres para salvaci贸n del mundo64, debe anteponerse a la diversidad de dones y ministerios. En esta vocaci贸n com煤n se fundan las relaciones de comuni贸n entre los diferentes miembros de la Iglesia y en especial, con aquellos que el Esp铆ritu Santo ha destinado, como Obispos, a apacentar la Iglesia de Dios65.
21. Los religiosos, unidos m谩s 铆ntimamente a la Iglesia66, participan de un modo peculiar suyo de la naturaleza sacramental del Pueblo de Dios67; y en las Iglesias locales pertenecen a la familia diocesana en virtud de una raz贸n peculiar68.
El Decreto conciliar sobre el oficio pastoral de los Obispos dedica su atenci贸n al papel desempe帽ado por los religiosos, coloc谩ndolos entre los colaboradores del Obispo en una doble perspectiva:
la adhesi贸n a las exigencias pastorales;
la conformidad con los fines caracter铆sticos del propio Instituto69.
22. La identidad de la vida religiosa y de su papel espec铆fico recibe una nueva luz a trav茅s de la pluriformidad y complementariedad de vocaciones y ministerios existentes en la Iglesia.
Por eso es necesario conocer y dar su justo valor a las funciones que competen a cada uno de los componentes eclesiales: ministerio jer谩rquico, vida consagrada en sus diversas formas, laicado.
De esta forma, el ejercicio de la funci贸n propia de cada uno se realiza en una b煤squeda constante de convergencia fraterna y de completamiento mutuo que es, al mismo tiempo, afirmaci贸n de la identidad propia y de la comuni贸n eclesial.
23. Este criterio general de discernimiento se evidencia mejor cuanto m谩s presentes se tienen las competencias de los diferentes grupos eclesiales y se buscan los aspectos complementarios de los mismos:
- es propio de los laicos buscar el Reino de Dios ocup谩ndose de las cosas temporales y orden谩ndolas seg煤n Dios70;
- la naturaleza "secular" de algunos Institutos, dentro de las variadas formas de vida consagrada, permite una presencia m谩s directa y una implicaci贸n m谩s completa en las realidades y en las estructuras seculares. Los miembros de estos Institutos, llamados "seculares" por eso mismo, ejercen individualmente, en cualquier sector conveniente, su apostolado espec铆fico, valorizando las estructuras mismas del mundo71;
- los religiosos, en cambio, a causa de las opciones de vida que les caracterizan, se mantienen apartados de las estructuras seculares, pero no por eso quedan ajenos a la acci贸n de los dem谩s miembros de la Iglesia en la construcci贸n de la ciudad terrestre como lugar capaz de acoger el Reino de Dios72.
Ahora que estar谩n presentes de una manera que les es propia, no sustituy茅ndose en tareas y modalidades que competen a otros componentes eclesiales, sino convirti茅ndose en signo a煤n m谩s radical de un estilo evang茅lico de vida y de participaci贸n, mediante el testimonio p煤blico de su profesi贸n que se realiza comunitariamente en todas sus expresiones.
Si adem谩s, en cuanto sacerdotes, los religiosos participan del sacerdocio ministerial, son invitados por este nuevo t铆tulo, a presidir y servir a las comunidades eclesiales dando un testimonio a煤n m谩s significativo de comuni贸n73.
24. Los religiosos son, pues, llamados a ser en la Iglesia comunidad eclesial y en el mundo "expertos en comuni贸n", testigos y art铆fices de aquel "proyecto de comuni贸n" que constituye la cima de la historia del hombre seg煤n Dios74.
Ante todo, por la profesi贸n de los consejos evang茅licos, que libera el fervor de la caridad de todo impedimento se convierten comunitariamente en signo prof茅tico de la 铆ntima comuni贸n con Dios amado por encima de todo75.
Adem谩s, por la experiencia cotidiana de una comuni贸n de vida, oraci贸n y apostolado, que es componente esencial y distintivo de su forma de vida consagrada76, se convierten en "signo de comuni贸n fraterna". En efecto, en medio de un mundo, con frecuencia profundamente dividido, y ante todos sus hermanos en la fe, dan testimonio de la posibilidad real de poner en com煤n los bienes, de amarse fraternamente, de seguir un proyecto de vida y actividad fundado en la invitaci贸n a seguir con mayor libertad y m谩s de cerca a Cristo Se帽or, enviado por el Padre para que - como primog茅nito entre muchos hermanos - instituyese una nueva comuni贸n fraterna en el don de su Esp铆ritu77.
25. Del proyecto comunitario de vida deriva para ellos aquel estilo de presencia y de participaci贸n que debe caracterizarlos en la misi贸n de la Iglesia y que subrayamos ahora en vista de las opciones que conciernen la promoci贸n humana.
Como se ha observado al hablar de la variedad de dones y ministerios indicados anteriormente, a diferencia de los laicos y de los miembros de Institutos seculares (que pueden asumir a t铆tulo individual responsabilidades apost贸licas, sociales y pol铆ticas correspondientes a los objetivos que el Esp铆ritu les ha se帽alado), los religiosos han elegido libre y conscientemente el "compartir" en todo su misi贸n de testimonio, de presencia y actividad apost贸lica, en obediencia al proyecto com煤n y a los Superiores del Instituto.
Este compartirlo todo significa fraternidad y apoyo particularmente cuando el mandato apost贸lico expone a religiosos y religiosas a responsabilidades mayores y m谩s exigentes en el 谩mbito de contextos sociales dif铆ciles.
26. La urgencia del criterio fundamental de comuni贸n se hace m谩s acuciante a causa de aquella diversidad de situaciones en que se hallan los cristianos en el mundo, sobre todo en el campo socio-pol铆tico78. De donde la necesidad de tener siempre presentes las indicaciones de Octogesima adveniens 479, cuando se trata de opciones que, afectando a la relaci贸n evangelizaci贸n - promoci贸n humana, comprometen forzosamente no solo la propia comunidad religiosa, sino tambi茅n la comunidad eclesial.
27. La profunda naturaleza eclesial de la vida religiosa se convierte, pues, a causa de la caracter铆stica de comuni贸n que debe impregnar sus estructuras mismas de convivencia y de actividad, en aspecto preponderante de su misi贸n en la Iglesia y en la sociedad civil80.
Desde este punto de vista, aceptar el ministerio de los Obispos, como centro de unidad de la comuni贸n eclesial org谩nica, y promover una aceptaci贸n semejante por parte de los dem谩s miembros del Pueblo de Dios, responde a una exigencia espec铆fica de la misi贸n propia de los religiosos en la comunidad cristiana.
Los religiosos no deben temer obst谩culo alguno para la generosidad y creatividad de sus iniciativas81 de parte del car谩cter jer谩rquico de la comuni贸n eclesial82, ya que toda potestad sagrada es conferida en orden a la promoci贸n armoniosa de carismas y ministerios83. Antes al contrario, los religiosos se ven incitados a la "genialidad de proyectos e iniciativas"84 pues concuerda con la naturaleza carism谩tica y prof茅tica de la vida religiosa.
Y por eso, a causa de su misi贸n abierta a la Iglesia universal y desempe帽ada en el 谩mbito de las Iglesias locales85, los religiosos se hallan en las mejores condiciones para valorar aquellas formas de "coordinaci贸n oportuna" que Mutuae relationes presenta como camino hacia una comuni贸n eclesial org谩nica86.
28. Una renovada presencia de los religiosos en la misi贸n de la Iglesia en pro de la evangelizaci贸n y la promoci贸n humana no resultar铆a plenamente aut茅ntica si hubieran de renunciar, aunque fuera tan solo en parte, a las caracter铆sticas de la vida religiosa o a la 铆ndole propia de cada Instituto87.
Esta exigencia, que hemos visto reaflorar constantemente, ha de constituir, sin duda, un empe帽o asiduo de las comunidades religiosas.
29. Se trata de una fidelidad din谩mica, abierta al impulso del Esp铆ritu que pasa a trav茅s de los acontecimientos eclesiales y los signos de los tiempos, de la que se hace portavoz la exhortaci贸n perseverante del Magisterio.
Capaces de mayor vigilancia gracias a un conocimiento m谩s profundo del hombre de hoy, de sus problemas, de sus anhelos y aspiraciones88, las comunidades religiosas pueden discernir con mayor facilidad en los acontecimientos y expectativas, en que toman parte junto con los dem谩s miembros de la Iglesia, cu谩les son las se帽ales aut茅nticas de la presencia y de los designios de Dios.
El di谩logo comunitario89, guiado por la fe, en rec铆proca acogida y valoraci贸n de las personas, en obediencia religiosa, llega a convertirse en sistema preferencial de tal discernimiento.
Y precisamente porque las comunidades religiosas est谩n edificadas sobre la fe, por su misma naturaleza custodian e irradian esta luz que lleva a todo el Pueblo de Dios a identificar las intenciones del Se帽or acerca de la vocaci贸n integral del hombre, para descubrir as铆 las soluciones plenamente humanas de todos los problemas90.
30. La "pregunta apremiante" que Evangelica testificatio 52 formula al final de la exhortaci贸n apost贸lica sobre renovaci贸n de la vida religiosa, aparece como un grito del coraz贸n con el cual Pablo VI expresa su apasionada preocupaci贸n pastoral, su gran amor por el hombre y el mundo de hoy, la confianza que pone en los religiosos y las religiosas. Las opciones concretas de renovaci贸n aparecen all铆 esclarecidas. Su apremio incita a una fidelidad que devuelva al momento actual de la vida y misi贸n de cada Instituto el ardor con que los Fundadores se dejaron conquistar por la fuerza inicial del Esp铆ritu91.
31. Se trata de una referencia constante a la "vida" en su din谩mica profunda, como confirma la palabra luminosa del Papa Juan Pablo II92 :... a la vida, tal como se nos presenta hoy, cargada con la riqueza de las tradiciones del pasado para ofrecernos la posibilidad de gozar de ellas hoy.
Debemos interrogarnos con perspicacia - nos exhorta -, acerca de c贸mo la vocaci贸n religiosa debe ser ayudada hoy a tomar conciencia de s铆 misma y a madurar, c贸mo debe funcionar la vida religiosa en el conjunto de la Iglesia contempor谩nea A esta pregunta estamos siempre buscando justamente una respuesta. La encontramos en las ense帽anzas del Vaticano II, en la exhortaci贸n Evangelii nuntiandi, en las numerosas declaraciones de los Pont铆fices, de los S铆nodos y de las Conferencias Episcopales. Esta respuesta es fundamental y pluriforme".
El Papa reafirma su esperanza en una vida religiosa fiel a aquellos principios que hacen de ella un "capital inmenso de generosidad" sin el cual "la Iglesia no ser铆a plenamente ella misma".
"Dentro de la fidelidad siempre renovada al carisma de los Fundadores, las Congregaciones han de esforzarse en corresponder a los deseos de la Iglesia, a los compromisos que la Iglesia, con sus Pastores, considera hoy como los m谩s urgentes para hacer frente a una misi贸n que necesita tanto de obreros cualificados"93.
32. Los problemas que la vida religiosa debe afrontar para renovarse, en la forma que le exige el armonizar evangelizaci贸n y promoci贸n humana, se reflejan en el plan formativo.
Dichos problemas pueden llegar a exigir una revisi贸n de los programas y de los m茅todos educativos, tanto en el primer per铆odo de iniciaci贸n como en las fases sucesivas y en la formaci贸n permanente.
Bajo este punto de vista, una relectura de los criterios conciliares de renovaci贸n nos demostrar谩 que no se trata de simples adaptaciones en cierto modo exteriores. Es una educaci贸n en profundidad de mentalidad y de estilo de vida, que capacite a los interesados para seguir siendo ellos mismos en nuevas modalidades de presencia. Presencia siempre de "consagrados" que orienten con el testimonio y las obras, la transformaci贸n de las personas y de la sociedad en la direcci贸n del Evangelio94.
33. Algunos aspectos de la formaci贸n, a este respecto, parecen dignos de especial atenci贸n:
a. Verificar si se tiene conciencia de la naturaleza profunda y de las caracter铆sticas de la vida religiosa, en si misma y en su participaci贸n din谩mica en la misi贸n de la comunidad eclesial en la sociedad de hoy;
El redescubrimiento fiel y la inserci贸n creativa de la identidad espec铆fica de los Institutos, en vistas a una renovaci贸n en el plano de las actividades y de las obras, constituye uno de los aspectos preeminentes tanto de la formaci贸n inicial como de la formaci贸n permanente.
b. La profesi贸n de los consejos evang茅licos, en la confrontaci贸n 'vida religiosa - Iglesia - mundo contempor谩neo', puede exigir actitudes nuevas, atentas al valor de signo prof茅tico, como fuerza de conversi贸n y transformaci贸n del mundo, de sus concepciones y de sus relaciones95.
c. La vida com煤n; vista especialmente como experiencia y testimonio de comuni贸n, desarrolla la capacidad de adaptaci贸n96 que permite responder a las diversas formas de actividad. Esa diversidad de formas no debilita, antes al contrario, puede reforzar los lazos fraternales y el compartimiento solidario del servicio espec铆fico del Instituto en la Iglesia.
Nuevos contextos de inserci贸n, como los descritos a lo largo del an谩lisis de los problemas examinados, crean situaciones posiblemente imprevistas. Por eso, han de ser introducidos en la vida religiosa con una preparaci贸n espiritual y humana que ayude a realizar una presencia madura de consagrados, capaz de renovar las relaciones, tanto en el seno de la propia comunidad como fuera de la misma.
d. La participaci贸n en la vida de la Iglesia y en su misi贸n, con actitudes de corresponsabilidad y complementariedad, presupone un conocimiento actualizado de sus iniciativas y de los objetivos que se propone avanzar97.
De la doctrina del Vaticano II y de la insistencia con que los S铆nodos de los Obispos volvieron sobre el tema, se desprende que no es posible separar la formaci贸n para el compromiso inderogable del Evangelio, de la promoci贸n del hombre seg煤n los designios de Dios.
Por eso, en los Institutos religiosos no resultar铆a adecuado ni completo un programa de formaci贸n y renovaci贸n sin una precisa toma de conciencia del pensamiento de la Iglesia en esta materia98.
Todo ello parece m谩s necesario a煤n, si se quiere que los religiosos se encuentren en condiciones como es su deber apost贸lico de "despertar las conciencias"99, de formar otros cristianos, especialmente los laicos, para que puedan asumir con competencia y equilibrio su parte en esta misi贸n com煤n de evangelizaci贸n y de promoci贸n humana100.
Y ya que las dimensiones "misioneras" de la Iglesia est谩n confiadas de manera particular a la generosa disponibilidad de los religiosos101, la formaci贸n de cuantos son llamados a esta forma excelente de evangelizaci贸n y de promoci贸n humana, requerir谩 una adaptaci贸n apropiada que responda a las culturas, a las sensibilidades y a los problemas espec铆ficos del lugar102.
34. La incumbencia de los Cap铆tulos y de las Curias generales reviste una importancia considerable al tratar de la programaci贸n y la animaci贸n de este camino de actualizaci贸n y renovaci贸n, dentro de la fidelidad al Esp铆ritu Santo y a la historia:
- discernir las opciones que respondan mejor hoy a los objetivos originarios de los Institutos;
- orientar a religiosos y comunidades por medio de iniciativas apropiadas de informaci贸n y formaci贸n;
- promover a trav茅s de un di谩logo ciudadoso y concreto, la revisi贸n de las obras, para estimular posiciones eventualmente poco adecuadas a la hora presente y para alentar y dirigir la b煤squeda de nuevas y oportunas expresiones.
Y todo ello, para favorecer tambi茅n un redescubrimiento, m谩s luminoso y atrayente, de los valores de consagraci贸n y de misi贸n, que son fundamento de una consciente y jubilosa pertenencia al propio Instituto.
35. Las Conferencias de Religiosos, gracias a un conocimiento m谩s inmediato de los contextos eclesiales y sociales, est谩n en condiciones de identificar mejor los problemas que se plantean en los diversos pa铆ses y continentes. Mediante el intercambio de experiencias y los encuentros de reflexi贸n, podr谩n, en colaboraci贸n con las Conferencias Episcopales, y respetando siempre los diversos carismas, individualizar soluciones y caminos m谩s en consonancia con las esperanzas de una promoci贸n integral del hombre, que se inspiren en el Evangelio y en las orientaciones constantes del Magisterio de la Iglesia.
Plenaria SCRIS 25 al 28 de abril de 1978
Eduardo Card. PIRONIO,
Prefecto
+ Agust铆n MAYER, O.S.B.,
Secretario
AA Apostolicam actuositatem
AG Ad Gentes
CD Christus Dominus
DV Dei Verbum
EN Evangelii nuntiandi
ES Ecclesiae sanctae
ET Evangelica testificatio
GS Gaudium et spes
LG Lumen Gentium
MR Mutuae relationes
OA Octogesima adveniens
OT Optatam totius
PC Perfectae caritatis
PO Presbyterorum Ordinis
PP Populorum progressio
RH Redemptor hominis
SC Sacrosanctum Concilium
VS Venite seorsum
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